martes, 5 de abril de 2011

1994, el inicio….

“Nosotros venimos a esta vida a hablar la palabra
de nuestros muertos. Desde la noche del mundo vino la
palabra de los más grandes sabedores de la vida y la muerte
para caminar en nuestros pasos y mover nuestros corazones.

Nosotros, indios mexicanos. Nosotros, olvidados.
Nosotros, humillados. Nosotros, engañados.
Nosotros, maltratados, Nosotros, muertos.
Nosotros, rebeldes. Nosotros, dignos.
Nosotros, verdaderos. Nosotros, muertos vivos.
Nosotros, no nos rendimos ”

CCRI CG EZLN, 12 octubre 1994.




1994, el inicio….
Aurelio Mendoza Garduño
UNAM - ENP
(Pl. 2) “Erasmo Castellanos
Quinto”
Colegio de Historia


El año puede ser punto de partida o de referencia de algo nuevo, inicio de la leyenda u origen del mito,…, o tal vez, lo acontecido antes y después del 1 de enero de 1994, debe ser visto como el inicio de un proceso que nos obliga a recordar que los indígenas siguen estando presentes, pidiendo o exigiendo un lugar en el México actual, pese a los denodados esfuerzos republicanos por omitirlos u olvidarlos a lo largo de los siglos XIX y XX.
Lo iniciado el 1 de enero de 1994, es un firme recordatorio de que los indígenas tienen su propia voz, su opinión u opiniones, las cuales pueden coincidir, pero las más de las veces no lo han hecho sobre todo con la república.




Para entender y comprender, el proceso desarrollado en Chiapas, con o sin neo-zapatistas hay que remontarnos a las primeras décadas del México postrevolucionario, a los años en los que se fue forjando un esbozo, un perfil de identidad de lo que se tenía que entender como lo mexicano.
A mediados del siglo XX se fue forjando la idea y la imagen de lo que debíamos entender e identificar como lo mexicano, el cine y la música fueron los medios que ayudaron a difundir y consolidar las dos imágenes que relacionamos hasta el momento actual como sinónimos visuales de México: el charro de Jalisco y la china poblana, ambas se convirtieron en los iconos representativos del México Moderno.
Ambas reforzaban así el discurso oficial que buscaba con ello la forja de una sola identidad cultural, la cual cambiaba tan sólo en su apellido territorial: jalisciense, tabasqueño, chiapaneco, yucateco, poblano, coahuilense, sinaloense, oaxaqueño, mexiquense, etc.
El discurso enarbolado iba a la par del desarrollo económico alcanzado durante el gobierno del presidente Miguel Alemán, en el que el cachorro de la Revolución y con ello la república, demostraban que el modelo de desarrollo de la época colonial había quedado atrás y que el indígena y lo indígena heredado de ese periodo, ahora sería incorporado al México moderno, aunque en el proceso no se tomará en cuenta al mismo indígena, y por ende no importaba si este hablaba o no español, o sí aprendía a leer y escribir, como tampoco importaba que tuviera caminos que le permitieran llegar a la modernidad.



En sí toda disidencia al discurso uniforme del progreso y del desarrollo que se estaba viviendo quedaba relegada por la efectividad del desarrollo alcanzado, pero, este discurso entre el modelo soñado y el modelo real, se fue diezmando lentamente por el choque constante entre ambos, “nuestro país ha estado viviendo entre el sueño y la realidad, ha vivido el divorcio entre la buena sociedad deseamos y la sociedad imperfecta en la que realmente vivimos” .
Las paradojas nunca resueltas del modelo de desarrollo, favorecieron el surgimiento y desarrollo de otro discurso, agazapado, sobreviviente y adaptado al primero, pero diferente. La necesidad de los indígenas los llevo a vivir en dos discursos a la vez, en dos maneras diferentes de interpretar y vivir el mismo espacio geográfico: el México imaginario y el México Profundo.
Dos discursos a veces paralelos, fusionados o permanente en choque, los cuales han acompañado nuestra historia desde hace más de ocho décadas, en este largo caminar han predominado las palabras de los voceros del México imaginario, exaltando y difundiendo sus logros y sus beneficios, “Las elites políticas y económicas mexicanas creyeron en la modernidad externa, y en muchas ocasiones asumieron el bucolismo de las visiones extranjeras como la descripción real de su país” .
Los magos del desarrollo de ese México imaginario, creían firmemente en el predominio de la visión occidental, sus políticas excluyentes resultaban validas si permitían y favorecían la consolidación de los gobernantes del México postrevolucionario, incluyendo la del Partido hegemónico y la nueva clase política y económica que se venía gestando bajo el boom económico de esos años. Las políticas aplicadas permitieron acallar las voces relegadas, negando su permanencia, su resistencia y su existencia, durante décadas.



Las sucesivas crisis que se fueron dando entre 1946 y 1990, demostraron lo limitado del modelo de desarrollo adoptado, ya que pocos fueron los beneficios dejados al país y a la clase trabajadora, así mismo dejaba en evidencia que más que incorporar el modelo occidental al país, lo que se había estado haciendo era incorporar a México al mundo occidental, incrementando la brecha y el aislamiento de los ya excluidos indígenas.
En el afán de corregir las fallas del modelo de desarrollo, durante las presidencias de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas de Gortari se fue configurando un tratado de libre comercio, que garantizaba nuevos espacios de desarrollo a la clase comercial e industrial del México imaginario, anunciado a la vez nuevos y mayores problemas para los millones de pequeños productores, indígenas o no.
La situación poco cambiaría y parecía complicarse más para millones de indígenas, cuando esto sorpresivamente cambio, en el momento de mayor gloria del modelo imaginario, el de su integración al Tratado comercial más importante del siglo XX (NAFTA, 1994), unos cientos de indígenas se atrevieron manchar el mantel de la fiesta con una insurrección inesperada, una revuelta armada que puso en entredicho la modernidad alcanzada y que amenazaba con destruir el último logro del México imaginario: su entrada al bloque de los países ricos.
La toma de Ciudad Real (San Cristobal de las Casas, Chiapas) el 1 de enero de 1994, debe ser visto como el momento en que el modelo de desarrollo sin los indígenas se empezó a resquebrajar,
Nosotros somos indígenas mexicanos. Los más pequeños de estas tierras, pero los más primeros. Los más olvidados, pero los más decididos. Los más despreciados, pero los más dignos. Nosotros somos los hombres y mujeres verdaderos, los duelos de estas tierras, de estas aguas y de nuestros corazones. No viviremos más de rodillas…
la rápida sucesión de acontecimientos que se dieron, a lo largo de las primeras semanas, siguen siendo motivo de polémica, quien dirigía a los indios, quien manipulo o engaño, quienes les proporcionaron las armas, son mexicanos o se puede presumir que hay demasiados centroamericanos dentro del grupo zapatistas, el desconcierto y la desinformación, fue algo que caracterizó esos primeros meses del conflicto.
A la distancia, sorprende ver que tan rápido se dio el cese al fuego, que tan rápido se dio pauta a la intermediación, a la negociación, a las caravanas y a la Convención Nacional Democrática (1994).
Entre 1994 y 2010, se sucedieron las declaraciones zapatistas (Lacandona), los Aguascalientes, las movilizaciones de la población civil y de las emergentes ONG´s, la resistencia, la guerra de posiciones entre el ejército y los zapatistas, Acteal, el zedillazo informativo que desenmascaro al supuesto Marcos “Rafael Sebastian Guillen V.”. Y a la par de ello la solidaridad internacional, donde la voz de Danielle Mitterand destaca entre muchas otras, donde un equipo de Calcio: El Inter, decide apoyar en lo moral y en lo material a los zapatistas, curiosas ventajas de un mundo globalizado en ciernes.
Volver a recordar la marcha zapatista, el llamado Zapatour, que los llevo a recorrer 12 estados de la República, armando polémica y expectación al pasar por Tlaxcala, Puebla, Querétaro, Hidalgo, Morelos, levantando pasiones al llegar, tocar y encontrarse con los símbolos y raíces zapatistas, pasiones que tomarían un nuevo matiz, al llegar los zapatistas a la Ciudad de México, su arribo al zócalo, C.U. y la cámara de diputados, donde una Comandanta Ramona rompía el insistente mito de indios manipulados al subir a la tribuna y leer un discurso que valdría la pena releer. (tarea) para reinterpretarlo.
En lo acontecido desde 1994 a 2010, llama la atención la movilidad armada y no armada de los indios, su discurso, ambos rompen la lógica del México imaginario, son muestra de su capacidad de cambio y adaptación, de su permanencia



Pese a los denodados esfuerzos por destruirlos, acotarlos, dividirlos o aislarlos, estos han sabido resistir, han sabido adaptarse y adaptar a la modernidad, a esta última han sabido aprovecharla al incorporar sus nuevas tecnologías para difundir y extender la voz y las ideas de las comunidades zapatistas al mundo.
Han sabido aprovechar esto y con ello ha logrado mantener la palabra de su lado, palabra que puede llevar mucho de mito y utopía, palabra que insiste en construir un mundo como ellos lo quieren hacer, pero, sin la tutoría ni el control paternal de una república que aún se niega a reconocer que puedan existir modelos de desarrollo sin su control y sin su consentimiento.
De cierto modo, las acciones realizadas desde Salinas hasta Calderón han tenido por objetivo el de seguir negándoles a los indios su capacidad de crear, de organizarse, de gobernarse; es aferrarse a un control que los genios de la modernidad occidental no entienden que han perdido, no desde 1994, sino desde la llegada de los españoles.
Los indígenas han sobrevivido a 300 años de virreinato, en el que los españoles entendieron que había que ceder, negociar y reconocer al otro para así poder existir, a ello hay que sumarle los 200 años de intentos de una república en sus múltiples versiones (Juárez, Díaz, Obregón, Alemán, López Mateos, López Portillo, Salinas, Fox y Calderón), lo sucedido el 1 de enero de 1994, en Chiapas, debería ser el inicio de nueva reinterpretación del modelo de desarrollo que nos ha tocado vivir.
La coyuntura de 1994, permitió redescubrir o descubrir la voz de los indígenas, de los “jalac minic” los hombres verdaderos, la voz de sus antecesores armados y no armados, permitió escuchar un reclamo de siglos que sigue a la espera de la respuesta o las respuestas, “ustedes tienen la palabra: los que gobiernan y los gobernados, los pueblos todos de este mundo. Respondan ustedes sabremos escuchar. Les pedimos que den un lugar en su corazón de ustedes para nuestro pensamiento, no nos dejen sólos. Con ustedes todo somos. Sin ustedes, somos otra vez ese rincón sucio y olvidado de la patria”



Nos debería servir como punto de análisis, para replantearnos quienes somos, sí seguimos siendo una nación mono cultural, o es tiempo de reconocernos como una nación multicultural y por ende multiétnica; para revisar, que tanto conocemos nosotros mestizos, nosotros el otro México, el no indígena, al México indígena, tal vez, ha llegado el momento de quitarnos el velo que ha cubierto nuestros ojos, tal vez, es necesario reconocer que nuestra solida modernidad, es tan sólo aparente, que existe o existen otras formas de interpretar este espacio común que compartimos con el mundo indígena, que es necesario reinterpretar en este marco de los centenarios nuestra relación hacia ellos, tal vez, ellos sepan más de nosotros que nosotros de ellos, que la revuelta zapatista deja en evidencia que tienen voz propia y que no requieren de interlocutores occidentales, que sólo requieren la libertad, el espacio y las condiciones, para desarrollarse ellos mismos.
-pregunto y matizo- ¿Qué tanto nos conoce lo que nosotros hemos dado indio o indios, otredad u otredades, el México indígena?, no acaso ellos pueden saber más de nosotros que nosotros de ellos, acaso hemos estado más preocupados de imponerles un estilo de vida más de acuerdo con el nuestro, qué poco nos hemos puesto a pensar en cómo ellos se han podido asimilar hoy a nosotros y ayer a los españoles, tal vez suene presuntuoso, pero el aparente silencio del otro puede parecernos una incomprensión de nuestro estilo de vida o simplemente una actitud de indiferencia hacia un mundo del cual sólo algunas cosas le pueden ser aprovechables para sí mismos.
Ellos callados, ellos taciturnos, ellos inmutables, ellos portadores de lenguas y tradiciones nunca muertas, nos aportan una lección que no podemos dejar o relegar en el olvido: se han adaptado y han adoptado (apropiado) nuestra modernidad, tomando de ella lo que necesiten y/o les sirva, aquello que para nosotros es basura (botes) en sus manos se convierte en macetas, aquello que para nosotros es ropa de colores chillantes, puede ser y es sinónimo de vida y de fiesta, lo que para nosotros es sólido y permanente, para ellos está en permanente cambio.
Lo que puede parecer absurdo para nosotros, para ellos no lo es, nuestra modernidad acumulada en estos 200 años nos hace ufanarnos de lo logrado, pero, irónicamente el cambio o cambios inesperados (revoluciones, movimientos) nos incomodan o dan miedo, qué no vale la pena revisar el pasado, que no hay que cambiar nada, ni esforzarse por revisar lo que ya está hecho, que asumamos dogmáticamente que todo está bien y que hemos llegado al final del camino.
Para, el otro México, el profundo, el que tiene muchos rostros y muchas voces, a la visión del México imaginario le hace falta algo que los indígenas han sabido preservar y aplicar, la necesidad de cambiar, el México indígena ha entendido que para sobrevivir a la conquista española primero y al gobierno republicano después, es necesario tener presente que nada es para siempre y hay que adaptarse a los cambios, han comprendido, algo que los integrantes del México imaginario han olvidado: “todo lo sólido, se desvanece en el aire”.




Los Reyes Acaquilpan,
La Paz, Edo. México
04 marzo 2011.

Bibliografía, Hemerografía y fuentes digitales.

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Sub-comandante insurgente Marcos. “Venimos a buscar la patria que nos había olvidado”, en La Jornada. México, D.F. Año diez. Núm. 3397, miércoles 23 febrero 1994.
Tenorio Trillo, Maurcio. “México: modernización y nacionalismo”, en La Jornada semanal. Nueva época, no. 213, 11 julio 1993.